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“No hay nada en el intelecto que no haya entrado antes por los sentidos”

(Aristóteles)

 

 

          En el universo en el cual vivimos existen cuatro tipos de fuerza básicas (energías), la fuerza fuerte, la débil, la electromagnética y la gravitatoria. Dichas fuerzas, gobernadoras del universo, siguiendo un proceso evolutivo se estructuran en distintos grados de organización, el grado cuántico-atómico, que progresa transformándose en materia (sólida, líquida, gaseosa, plásmica), de la que emerge en forma de vida.

            Sea cual sea el  formato energético, la energía existe independientemente de la presencia de los sentidos que la miden y la catalogan; cosa que, sin embargo, no ocurre con las percepciones las cuales no existen sin la presencia de energía.

 

      Estamos acostumbrados a un modelo de explicación de nuestro sistema sensorial, cuyas descripciones son poco evolucionadas, debido a que, por un lado, durante demasiado tiempo nos hemos ido conformando con los conceptos clásicos, y por otro ha ocurrido que cuando nos hemos querido actualizar, lo hemos logrado en una forma demasiado sesgada.

 

         Una manera de empezar a cambiar nuestras perspectivas sensoriales, es tener presente que la energía es “sensible” es influenciable (es sensible pero no tiene sensibilidad), puesto que si no fuera así, no habría capacidad de modificarla, ya que no percibiría las influencia que la acechan, y dado que la materia no es nada más y nada menos que energía organizada y estabilizada, podemos decir que la materia también es influenciable (sensible, sin tener sensibilidad); y sin más preámbulos añadir que dicha influenciabilidad se convierte en auténtica sensibilidad (es sensible y tienen sensibilidad) cuando dicha materia se se complejifica tanto que se transforma en materia viva.

 

          Otro dato que nos puede servir para favorecer la renovación de nuestros esquemas consiste en darnos cuenta de que no hay influenciabilidad, sensibilidad sin movimiento, sin desplazamiento, sin variación de una estado a otro; para comprender tal proposición tenemos suficiente con pensar en los niveles más ínfimos de la energía, en los cuales, para que haya la verificación de la influencia sobre la misma debe constatarse que ha modificado su estructura, su carga, sus características físico-químicas, etc.,              Un ejemplo lo tenemos en el hecho de que cuando un electrón pasa de un átomo a otro, variando las propiedades de la materia a la que pertenecía y  modificando las características de la materia nueva a la cual se traslada, como sucede en el caso del electrón del Cloro(Cl-), que es gas altamente irritante y tóxico, pasa al Sodio (Na+), que es  un sustancia explosiva en contacto con el agua, dichas cualidades desaparacen. Dicho de otra manera, cuando un aparte de la energía (un electrón) pasa del átomo de cloro al átomo de sodio, aparece una nueva sustancia el Cloruro Sódico (NaCl) o “sal de cocina” que no es tóxica ni explora al contacto con el agua.

 

           Existe un trayecto donde las influencias sobre la materia se van "complejificando”. Empieza con una carga eléctrica de un electrón de un, átomo de cualquier sustancia, que se comparte con otro átomo, para producir una molécula, que a su vez puede agruparse con otras moléculas y construir materia, que a su vez puede unirse a otros tipos de materias y, así de forma constante, hasta llegar a dar origen a la vida; proceso que no sería posible si no hubiese habido influenciabilidad.

 

           Esta una de las muchas maneras de verificar que existe esa proto-sensibilidad de la energía y de la materia que se manif-iesta en desplazamientos y modificaciones de su forma y función. Es así como podemos comprender, la complejificación e influenciabilidad de la energía, de la materia, de la vida, ya que lo mismo que ocurre con una carga eléctrica del tipo de un electrón, puede suceder a nivel del resto de los átomos de un ser vivo.

 

            Hasta aquí hemos descrito la ruta que va de lo cuántico  a lo microscópico. Ahora nos queda aplicar a nivel macrocópico lo que ocurre a nivel microscópico.

 

            El primer peldaño de la sensorialidad es la influenciabilidad de la energía, gracias a la cual esta es transformada en              matéria.

 

           El segundo peldaño aparece cuando la complejificación de la materia da a lugar a la vida, en ese momento pasamos de

la influenciabilidad a la sensibilidad, y es apartir de aquí, que en lugar de hablar de influencia que actúa, hemos de hablar de estímulo que incide.

        Es importante añadir que la particularidad de ser sensible solo sucede si hay movimiento, desplazamiento, modificación, cambio del estímulo, en otras palabras si el estímulo es constante, desparece la sensibilidad. En este peldaño queda fijado el binomio “senso-motor” (sensibilidad + movimiento), motivo por el cual hablamos de emoción (respuesta a un estímulo).

 

           El tercer peldaño lo constituye la complejificación de la vida en forma de biodiversidad, y por lo tanto de sensibilidad           diversa (emociones), cuya cúspide parece ser que es el Homo Sapiens Sapiens que sería el cuarto perdaño. Por lo que podríamos decir que el Ser Humano, constituiría la unidad  de sensibilidad organizada más compleja conocida (por ahora) del universo.       

           Alcanzado este punto podemos tomar nota de que la Historia del Universo, es la historia de la “sensibilidad” senso-motora en sus distintos estadios y de que el ser humano, constituye la unidad  de sensibilidad organizada más compleja conocida del mismo.

          La tan sencilla idea de que la sensibilidad exige movimiento, cambio, etc., es la base que nos permite distinguir entre lo que existe y lo que percibimos de lo que existe, entre el universo de lo real y la interpretación personal de dicho universo (el mundo de mi realidad); ambas lo real y la realidad forman el marco base de relación del ser humano, dándose la paradoja que la realidad forma parte, a su vez, de lo real. Tanto para lo real como para la realidad usaremos como guía de navegación a los sentidos y la razón. 

 

         Esto es debido a que hay una realidad de primer orden, una realidad de segundo orden y una de tercer orden. En la realidad de primer orden todas las personas perciben los fenómenos temporo-espacial, como realidades objetivas que gozan de consenso de percepción y se apoyan en pruebas experimentales, verificables y repetibles. Se trata de procesos iguales y verificables de igual manera por todos los seres humanos; mientras que la realidad de segundo orden ya no ocupa la misma importancia  temporo-espacial, para todas las personas, ya que se trata de percepciones subjetivas, que son la base de la realidad del tercer orden, aquella en la que se construyen razonamientos, opiniones, criterios, creencias, valores, etc., fruto de los ordenes inferiores de realidad precedentes.

 

            Tenemos pues el Universo de lo real, del que emanan el mundo de las realidades de primer, segundo y tercer orden.

 

          Para tal tarea se requiere de unas herramientas muy especificas que hacen la función de filtro, que cuando se hallan los seres vivos, las denominamos sentidos.

 

          De esta manera, gracias a los sentidos y a la razón podemos distinguir entre lo absoluto existente, y lo que la percepción del ser humano hace de todo ello.  Razón y sentido son así las herramientas que unen el universo de lo real con el mundo de la realidad, la existencia de lo real, y la experiencia personal de eso real. Tanto una como la otra adquieren carta de veracidad desde el punto de vista de los clásicos donde la etimología de las palabras latinas “veritas” y su equivalente griega “alêtheia” significan tanto verdad como real; no habiendo distinción entre lo real y la veredad o verdadero. De ello emana la existencia de tres cosas  absolutas: “lo real”, lo “no real” y la “interpretación de ello”. Dicho de otra forma lo “real”, lo  “no real” y su “percepción e interpretación”.

           

         La finalidad esencial de nuestros sentidos, es la de hacer de filtros para facilitar la satisfacción de las necesidades del ser humano para que este madure y se desarrolle, cuya responsabilidad se extiende más allá del estricto protocolo de sobrevivir, viéndose obligado a la educación de sus sentidos y de su sensorialidad para poder captar de lo real aquello que enriquece su desarrollo, y de su realidad (la interpretación personal de lo real) aquello que lo acerca al universo de lo real.  

          Desde hace pocos años el mundo científico se ha abierto al gran campo de la sensorialidad. Este nuevo campo constituye una disciplina transversal (no exclusiva de la ciencia) dedicada al estudio y valoración de las funciones, normales y alteradas de los sentidos y de la sensorialidad, empresa que obliga a la ciencia y a la no ciencia a andar juntas, dada la insuficiencia que presentan una con respecto a la otra y ambas con respecto al mundo sensorial.

 

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